Cinco pistas para descubrir tu misión en el mundo
A propósito de la santidad quiero invitarte a que podamos pensar sobre este tema en relación con ser cristianos hoy, en un mundo dónde creer en Jesús ha dejado de ser una opción, donde faltan referentes contemporáneos que hagan ver a otros y otras (no creyentes) que vale la vida seguir a Jesús, lo que no implica ser sacerdote o religiosas. Bienvenido sea si Dios te hace la invitación a aquel servicio para nuestra iglesia. Como decía, vale la vida seguir a Jesús y ser signos, con nuestras vidas y formas de ser, de que un mundo nuevo, tal como lo sueña Dios día a día, es posible. La iglesia necesita gente comprometida, necesita nuevos hermanos y hermanas, necesita nuevos ejemplos. No pierdas la oportunidad.
A continuación, quiero dar algunas pistas que en mi corta vida me han hecho sentido y espero pueda servir a otros y otras.
Como punto de partida, quiero hacer una afirmación que es fundamental para la historia de la salvación; Dios nos ha demostrado que la salvación no es individual, Dios salva a un pueblo. Así mismo lo mostró cuando manda a Moisés, Ahí el buen padre dice, desde su identidad paternal, de aquel que quiere lo que es suyo “Ustedes será mi pueblo y yo seré su Dios” (Ex 6, 7-9). Es en esa sintonía, que el Dios paternal y maternal, nos da pistas incansables de que somos su pueblo, somos un pueblo en torno a Dios, pero es necesario que no hagamos constantemente la pregunta ¿Qué significa ser pueblo de Dios?
En esta historia de la alianza del Buen Padre con la humanidad y aun teniendo reglas bien claras sobre cómo debemos amar a Dios y a nuestros hermanos y hermanas, nos hemos separado de ese contacto ‘del Dios con nosotros’ (Emanuel). Es en estas condiciones que Dios no se quiere separar de sus criaturas, de lo que él mismo hizo a su imagen y semejanza. Lo deja claro con su promesa de que de una vez por todas iba a pisar la cabeza de todo aquello que nos hace mal.
Volviendo a esta idea de que somos Pueblo de Dios, es que así mismo no nos salvamos solos, nos salvamos como pueblo, como dice el Papa Francisco “El Señor, en la historia de la salvación, ha salvado a un pueblo. No existe identidad plena sin pertenencia a un pueblo. Por eso nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana: Dios quiso entrar en una dinámica popular, en la dinámica de un pueblo.” (Gaudete et exúltate, N° 6) es por eso que somos pueblo, como sujetos que pertenecemos a un colectivo de más sujetos, como hermanos y hermanas hijos de un mismo Padre, todo esto se cumple en Jesús, cuando nos dice que son hermanos, hermanas los que hacen la voluntad del Padre y la voluntad del padre es amarnos los unos a los otros. En esto se resume toda la historia de la salvación
Nuestra sociedad es heredera de los que se han separado de Dios y hemos hecho de este mundo un lugar de violencia, de guerras, de odio, de individualidad, de inhumanidad, de todo los que nos coarta de la relación con Dios y con nuestros hermanos y hermanas. Dios mismo mira esta humanidad, con dolor, dice “he visto el dolor de mi pueblo” (Ex 3, 7). Un Dios consciente y sintiente quiere que este pueblo que sufre pueda encontrar su felicidad. Por eso luego de Jesús, quien nos ha salvado y que con su propia vida nos ha hecho saber cómo podemos unirnos con el Padre nuevamente, han aparecido durante toda la historia hasta nuestros días hombres y mujeres valientes, Santos, como Alberto Hurtado, Teresa de Calcuta, Carlos Acutí, que, por saciar esa sed del amor de Dios, son capaces de dar sus propias vidas por completo.
Creo que nosotros y nosotras, así como nos hacemos llamar cristinos, comprometidos con aquel que nos dices amigo, nos debemos preguntar, así como lo hicieron los santos en sus momentos ¿Dónde se encuentran nuestros hermanos hoy? ¿Dónde están quienes más sufren? ¿en qué lugar se encuentran los descartados de nuestra sociedad? ¿A qué nos invita Dios?
Estamos por lo tanto invitados a la misión, así como los santos, a hacer que todos sean discípulos del maestro, a que todos, todos, todos (Papa Francisco) seamos hermanos y hermanos haciendo la voluntad del padre, sin perder de vista que somo llamados a la misión, como pueblo, no como individuos.
Entonces como dije, Dios nos llama a la misión hoy el mundo necesita de cristianos comprometidos hoy, no mañana ni pasado, hoy, de lo contrario podemos perder la oportunidad de ser signo. Es por eso que quiero dejar cinco pistas para motivar a seguir la misión y seamos santos del siglo XXI:
1. Como ya lo dije nuestra sociedad está dañada. Hemos perdido la capacidad de soñar, de inspirarnos, nos han hecho creer que nos salvamos solos, que existimos solos, que nuestra existencia no tiene importancia en el mundo, incluso muchas veces dentro de nuestra comunidad el individualismo se ha apoderado de las relaciones interpersonales (por ejemplo, cada pastoral, movimiento o acciones se rascan con sus propias uñas, actúan solas, perdiendo el sentido de comunidad) lo que a mi parecer resulta preocupantes. Dios nos dice lo contrario, nuestra existencia es reflejo de su amor, del amor uno y trino y no para nosotros, creo que en ocasiones no somos conscientes de tanto bien que le damos a nuestros hermanos y hermanas, de lo bueno que hacemos por nuestras comunidades, familias y amigos, de tanto bien que hacemos para que este mundo siga respirando aires de esperanzas. No tengan miedo a seguir haciendo el bien, nuestra sociedad está desacostumbrada a hacer el bien, pero no perdamos el intento de seguir haciendo de nuestros espacios, lugares mejores.
2. La vida no la tenemos comprada la vida. Existe un dicho popular, quizás en más de alguna ocasión lo hemos dicho, no dejes para mañana lo que podemos hacer hoy. Cada día es un regalo, no desperdiciemos nuestras vidas, no dejemos para mañana un beso o un abrazo, un te quiero, un éxito, un feliz cumpleaños, con pequeños gestos se construye el reino, el sueño de Dios, que como dijo Jesús, es como un grano de mostaza que cuando brota hasta los pájaros van a tomar sombra. Todos necesitamos de esa sombra calidad, como al mismo tiempo, otros necesitan que nosotros seamos es sombra donde poder descansar.
3. El pecado nos destruye nos desequilibra la armonía humana. Ya lo mencioné en al comienzo, pero no podemos perder de vista que somos creados a imagen y semejanza de Dios, no nos quedemos en cosas banales, como el dinero (por creernos más y mejores), la buena vida (de ricos y éxitos individuales), vestirse bien (por la apariencia). No quiero que nos quedemos en la trinchera de del resentimiento, muy por el contrario, que saquemos de nuestra retina los lentes de la autosuficiencia. Tenemos que pedirle al buen Dios que no perdamos su identidad en nosotros o nosotras, que no nacemos solos ni morimos solos, que nacemos y somos para otros, esa es nuestra identidad, nos podrán decir locos y es posible porque seguimos al loco que nos amó primero y hasta el extremo.
4.Los que tengan problemas que vengan así actúa Jesús. En línea con el punto anterior, no perdamos de vista que estamos en y con Jesús, de él viene todo lo que somos y hacemos, el es el ejemplo por excelencia de que podemos hacer un mundo mejor, justo, de paz, de hermandad, de fraternidad, de unidad. En Jesús comienza la nueva alianza y sigue en nosotros. Jesús fue un inquieto que iba de pueblo en pueblo, en las periferias enseñando que debemos dar todo lo que somos, esa es la buena noticia, que hay un Dios que da todo por nosotros y así nosotros debemos dar todo por nuestros hermanos y hermanas, para ser ejemplo, como lo dice en el Evangelio, ser uno, como Jesús y el Padre son uno, ser ejemplo, para que sepa el mundo, nuestra sociedad, que somos hombres, mujeres, jóvenes, niños que estamos unidos en Jesús, nuestro hermanos y señor.
5.Hay que hacer nuevas cosas. Lo que está bien en el mundo, las acciones y obras que apuntan a grupos de nuestra sociedad que necesitan más, ya funcionan y que bueno que existan y perduren, pero no tengamos miedo de crear nuevas acciones nuevas obras, que no nos paralicemos si en nuestras mentes está como meta mejorar las condiciones de quienes más necesitan, no tengamos miedo a soñar un nuevo mundo, un mejor mundo, no tengamos miedo a soñar lo que Dios sueña para nosotros, es ahí la invitación.
Quiero finalizar diciendo que la iglesia no necesita gente quieta y bien portada, necesita gente que sea como Jesús, inquietos, subversivos, que sepamos discernir los signos de nuestras sociedad y que podamos así como el buen Dios, hacer nueva todas las cosas. El proyecto de salvación nos necesita, necesita nuestras manos, nuestros pies y todo nuestro ser para hacer tangible el amor de Dios, para ser signos, esa fue la inquietud de los santos y esa es la propuesta loca y descabellada a la que te invita Dios. No tengas miedo de preguntarle a Dios que sueña para tú vida, así empezó la inquietud de los santos, y así puede empezar una nueva historia de ser signo concreto de Jesús.
Commentaires