Unas de las bases de la vida eclesial, que considero uno de los aspectos más fundamentales para el ser y el desarrollo cristiano, es el sentir que el otro, persona, credo por Dios, tiene dignidad, y por tanto, merece que lo tratemos como tal, hacerle sentir que su vida vale nuestras luchas y por supuesto, llenar de sentido nuestra identidad de discípulos de Cristo.
En el sentido de hermandad con el otro y el cuidad de sus dignidad, lo podemos ver ligado, concretamente, en cuanto San Francisco de Asís alababa a Dios por todo lo creado e incluso por sus hermanos y hermanas, por los que vivió y llenó de sentido su vida; incluso podemos ir más allá, cuando Jesús dijo, que nos amemos los unos a los otros; o más atrás en la historia de salvación, cuando Dios iba a liberar a su pueblo de la esclavitud, dijo con muy sencillas palabras que sentía y sabía lo que su pueblo sufría.
Ahora bien, ¿Cómo podemos alabar a Dios por todo lo creado? ¿Cómo podemos amar a nuestros hermanos y hermanas? Sobre estas preguntas, a veces hemos creado concepciones, que muchas veces creemos que hacen sentido con la historia de salvación y el proyecto de Jesús, pero que pocas veces, podemos ver cambios concretos respecto de ellas. Pensamos a veces que la oración, es la única solución a estos males y olvidamos que no solo en el voluntarismo y las buenas intenciones se generan cambios.
Y hablando de cambio, lo que nos puede dar señales de esperanza sobre el compromiso con nuestros hermanos y hermanas, es la acción por el otro/a. entonces la pregunta es mucho más profunda y creo que todo cristiano que sigue las enseñanzas de Jesús se ha preguntado ¿qué puedo hacer hoy por el otro, la otra?
En línea con lo anterior, a veces creemos que todas las respuestas se encuentran en las sagradas escrituras o en el Evangelio de Jesús. Sin desmerecer nuestra tradición, Jesús no habla de todo y no nos da respuesta de todo. Las enseñanzas de Jesús nos movilizan a un modo de ser para dar solución a las problemáticas que nos aquejan. Si bien queremos encontrar soluciones, no olvidemos nunca que Jesús dijo que iba a estar con nosotros para siempre, es por ello que, por medio del espíritu, la Ruah, nos ha puesto señales concretas de llegar a cambios concretos.
¿Hasta ahora, qué piensas tú?
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