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  • Foto del escritorTiempo Magis

“Yo vengo a ofrecer mi corazón”

¿Qué es?

“Yo vengo a ofrecer mi corazón” es una de las canciones y composiciones más reconocidas del músico argentino Fito Páez, publicada en 1985. Es el quinto tema de su segundo álbum “Giros”.


¿Por qué escucharla?

En 1985 Argentina se encontraba en los primeros años de reconstrucción, luego de lo que fue la etapa más oscura de la historia, debido a la dictadura militar. Ya en democracia y con el presidente electo por el pueblo, el país iniciaba un camino de esperanza, con la recuperación absoluta de los derechos y de la libertad.


Se trata de un tema con una letra absolutamente esperanzadora, donde el autor quiere dejar un mensaje de lucha y solidaridad, no sólo para con el hermano, sino para con el Pueblo entero. “Quien dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”, una frase que quedó inmortalizada, pero que significa el darlo todo. El país venia de ser devastado por lo que fue el proceso militar, y necesitaba estar más unido que nunca para reconstruirse. El corazón es símbolo de amor, pero a la vez es lo que nos mantiene vivos.


¿Qué mensaje de Dios nos deja?

La solidaridad nos ayuda a ver al otro, ya sea persona, pueblo o Nación, no como un instrumento cualquiera, desechándolo cuando ya no sirve, sino como un semejante nuestro, una ayuda, para hacerlo partícipe, como nosotros, del banquete de la vida al que todos los hombres son igualmente invitados por Dios.


“Quién dijo que todo está perdido,

Yo vengo a ofrecer mi corazón…

Y hablo de países y de esperanzas.

Y hablo por la vida, hablo por la nada.

Y hablo de cambiar esta nuestra casa”


Dice Francisco en la nueva Encíclica Fratelli Tutti “La solidaridad es sin duda una virtud cristiana… A la luz de la fe, la solidaridad tiende a superarse a sí misma, al revestirse de las dimensiones específicamente cristianas de gratuidad total, perdón y reconciliación. Entonces el prójimo no es solamente un ser humano con sus derechos y su igualdad fundamental con todos, sino que se convierte en la imagen viva de Dios Padre, rescatada por la sangre de Jesucristo y puesta bajo la acción permanente del Espíritu Santo. Por tanto, debe ser amado, aunque sea enemigo, con el mismo amor con que le ama el Señor, y por él se debe estar dispuestos al sacrificio, incluso extremo: «dar la vida por los hermanos » (cf. 1 Jn 3, 16)”


Por: Mariana Balcaza


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