Más que una película de “monitos chinos” es una herramienta muy capacitada para tocar temáticas profundas y universales
Por Pablo Mayorga SJ
El reestreno en cines de “El viaje de Chihiro” es la excusa perfecta para poder hacer una breve reseña/recomendación de esta reconocidísima cinta, dirigida por el maestro Hayao Miyasaki y producida por su Studio Ghibli. La película nos cuenta la historia de Chihiro, una niña de diez años que, mientras se mudaba de ciudad, se ve atrapada en un mundo lleno de parajes y creaturas fantásticas y que se ve obligada a rescatar a sus padres del hechizo de una bruja.
Mucho más allá de una simple película de “monitos chinos”, como diría algunos, El viaje de Chihiro marcó un antes y un después, para muchos, a la hora de enfrentarnos a la animación. Acostumbrados a la cultura de las películas Disney y a lo asociado que teníamos la animación japonesa a series como Dragon Ball, Los Caballeros del Zodiaco, Sailor Moon y otras series de acción y aventura (pensadas para un público juvenil), esta película nos mostró que la animación no es únicamente un asunto de niños y que es una herramienta muy capacitada para tocar temáticas profundas y universales.
Y es que, lo más fantástico de la película no son ni los dragones, ni las brujas, ni el ejército de Yokai otros seres mitológicos que pasan por la casa de baños de Yubaba, sino como esta se vale de la hermosura y calidad de sus imágenes para atrapar a grandes y chicos y contarnos la historia de una niña que se ve obligada a enfrentarse a sus miedos y a, con la ayuda de otras y otros, poder crecer. Chihiro es una protagonista humana, muy humana. En ella la fragilidad y la fortaleza van y vienen y, por lo mismo, nos podemos identificar con sus sentimientos y con las tensiones y alegrías que hay en su viaje.
Otra de las virtudes de la película (creo, muy oportuna respecto del reestreno por sus 20 años), es que está llena de profundidades de lectura. Ver por primera vez El viaje de Chihiro es una experiencia valiosa, pero el volver a verla una, dos, tres, o infinitas veces, nos abre a la posibilidad de encontrar nuevos sentidos, significados o, incluso, de ver personajes, interacciones y lugares que antes no habíamos visto.
Les recomiendo profundamente El viaje de Chihiro. Verla es una experiencia bella y buena de la cual dudo que se arrepienta. Si no puede ir al cine, nunca faltan las proyecciones alternativas en festivales y ferias. También, si no se anima a salir de la casa, la puede pillar en Netflix… así, si le gustó, puede seguir también con otras películas de Miyazaki y del Studio Ghibli que, sin duda, le ayudarán a ver la animación y la vida con otros ojos.
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