top of page
  • Foto del escritorMariana Cejudo

Solidaridad en redes

«Solidaridad» es una de esas palabras que casi todos entendemos pero que cuesta definir con concisión, porque abarca demasiadas cosas. Navegando en internet me topé con una definición que me pareció muy atinada e iluminadora: «La solidaridad es un valor personal que supone la capacidad que tienen los miembros que pertenecen a una comunidad de actuar como un todo. Esto se produce porque los miembros comparten intereses y necesidades entre sí, gracias a los lazos sociales que les unen. La definición de solidaridad se basa en el respeto y la empatía que nos conduce a comprender que el otro necesita de nuestra colaboración o apoyo»[1]. Los tiempos actuales nos han hecho descubrir nuevos modos de tejer esos lazos y formar comunidades, por medio de las redes sociales. Sin embargo, la segunda parte de la definición, aquella que comporta el respeto y la empatía, nos plantea una gran interrogante puesto que, lo que debía unir, ha servido más bien para sembrar muchas veces conflicto y división. ¿Es posible vivir la solidaridad en las redes sociales? ¿Sería una verdadera solidaridad si lo que sucede en la realidad virtual no se traduce en acciones concretas? ¿Cómo basar la solidaridad en el respeto y la empatía cuando la hostilidad y la polémica es lo que se compra y vende en el mundo digital?

Recientemente, el Dicasterio para la Comunicación del Vaticano, publicó una reflexión pastoral sobre la interacción en las Redes Sociales, con el título «Hacia una plena presencia[2]». Ahí reconocía que las redes sociales, lejos de desviar el foco de los problemas de nuestro mundo, «pueden ser un medio para atraer la atención hacia esas realidades y generar solidaridad entre personas cercanas y lejanas». Cuántas nobles iniciativas han surgido gracias a estos medios: campañas de donación de sangre, búsqueda de desaparecidos, recaudación de fondos, acopio para damnificados de desastres naturales… algunas han alcanzado magnitud mundial y han logrado importantes cambios y transformaciones. Sin embargo, también ha supuesto que más de algún personaje aproveche la ocasión para atraer la atención hacia sí mismo, con fines de monetización y otros que pudieran poner en tela de juicio su testimonio cristiano. No ha faltado el que busca colgarse una medalla al mérito por su ayuda humanitaria, olvidando aquello de «que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha» (cf. Mt 6, 3).

El documento antes mencionado sugiere como modelo para esta presencia e interacción en las redes sociales la parábola del buen samaritano (cf. Mt 10, 29-37). Hay quizás un rasgo de este buen samaritano que olvidamos con frecuencia: su discreción. El buen samaritano no hace alarde de su obra de misericordia sino que, en lo oculto y secreto se detiene a ayudar al hombre necesitado, cargándolo él mismo y llevándolo a un sitio seguro donde procura su cuidado y sanación. Podríamos cuestionarnos si, trasladando esa historia a nuestros tiempos, el bienhechor habría publicado en sus perfiles de redes sociales lo acontecido, o de qué forma lo habría hecho, si acaso; pensar que posiblemente habría usado los recursos tecnológicos para encontrar una posada con algún sistema de navegación y una aplicación de hospedaje. Pero la pregunta más acuciante nos la tendríamos que hacer cada uno nosotros hoy: ¿cómo me puedo hacer prójimo de aquellos con quienes comparto los espacios digitales? ¿Cómo puedo ser buen samaritano en las redes sociales? ¿Cómo hacerme solidario con quienes más necesitan y aprovechar estos «lugares» para generar lazos que nos unan en comunión y colaboración de forma empática y respetuosa?

Las redes sociales, «más allá de las meras conexiones, pueden ser una vía para interactuar sinceramente con los demás, para entablar conversaciones significativas, para expresar solidaridad y para aliviar el aislamiento y el dolor de algunos». Está en cada fiel cristiano tomarse en serio el mandamiento del amor y hacerlo concreto en los actos solidarios realizados también en las redes sociales. «Quienes necesitan compañía, especialmente los marginados, a menudo recurren a los espacios digitales para encontrar comunidad, inclusión y solidaridad con los otros». No pasemos de largo a estos hermanos y hermanas que sufren, sino busquemos las maneras de aproximarnos, es decir, de hacernos prójimos y solidarios con ellos.




[1] https://blog.oxfamintermon.org/aprendiendo-la-definicion-de-solidaridad-desde-la-infancia/

[2] Dicasterio para la Comunicación, Hacia una plena presencia, 28 de mayo de 2023, Città del Vaticano: Librería Editrice Vaticana, 2023.

bottom of page