Por Nike Muñoz - RJI Santiago
Jesús de Nazaret, un hombre sencillo, nació en un pesebre en la miseria del mundo, creció y era un pobre entre los pobres, hablaba sobre un Dios de misericordia, de hermanos y hermanas, es decir hermanable, un Dios que se dejaba llamar padre/madre. Él siendo un pobre, se hizo carpintero como al que llama papá (José), y se hizo bien portado de los modales que le enseñaba su mamá (María), así aprendió un modo humano diciéndole a los otros y otras que eran hermanos y hermanas, que existía todo un Dios que los y las amaba, un Dios padre que dejaba que nosotros pudiéramos hablarle.
Jesús se hizo de amigos 12 hombres, tercos, cortos de vista, apasionados, entre los muchos que nos cuenta los evangelistas; también se dejó acompañar de mujeres grandes para él, la que le tocó el manto, con la que se tomó un vaso de agua, la madre de la que él se dejó enseñar y ampliar su proyecto, la que era una amiga para él y muchas más. Así Jesús caminó con los que le acompañaban y fué construyendo un proyecto de hermanos y hermanas, de salvación, de humanidad, de gratuidad, proyecto para alcanzar nuestra felicidad.
Este sujeto, de los que algunos se preguntaban “¿No es este hijo de un carpintero solamente?” y otros que le decían que era un profeta, tenía muy claro su norte, y así lo anunció, “llevar la buena nueva a los pobres” a esos pequeños, los predilectos de Dios, eso que para él eran los grandes de la historia y con los que se juntó y transitó. Así les enseñó a sus amigos, que cómo él humanamente se acercaba a ellos y ellas, pues así tenían que hacerlo ellos y todo quién quiera ser parte de su propuesta de liberación.
Sin duda Jesús cambió nuestra forma de ver la realidad, de reconocer como hermanos y hermanas a quienes nos rodean y a ser profundamente agradecidos por todo lo que tenemos. y entonces reconociendo nuestra realidad ¿Qué nos queda a nosotros y nosotras?
Jesús, como muchos de lo que le siguieron, supo reconocer la realidad en la que transitaba, supo mirar más allá de las apariencias, de si eran pobre o ricos, si eran altos o bajos, si eran gordos o flacos; Este pobre carpintero fue más allá y miró la necesidad humana, miró las carencias, miró esos frágiles detalles que solo se pueden observar cuando miramos verdaderamente al otro u otra a los ojos; ese es Jesús, el sujeto que supo mirarnos a los ojos y decirnos y hacernos sentir que éramos hijos predilectos del padre/madre; y entonces ¿no tendremos que hacer lo mismo nosotros y nosotras?
Detenernos, contemplar nuestra realidad y mirar humanamente a nuestros hermanos y hermanas a los ojos, e incluso ir más allá como lo hizo Jesús, compartir con ellas y ellos, hablarles con amor y levantarlos para mirarlos de frente. Nuestro Señor con esos pequeños gestos, cambió la historia ¿no la podemos cambiar también nosotros y nosotras?
Este hombre de 33 años quiso que no nos olvidaremos de él y así con sus amigos, con los que él más quería, con esos pobres que encontraban toda su riqueza en Dios, compartió un pedacito de pan y un poco de vino, como lo hacía su pueblo y por pura gratuidad él, este hombre sencillo, se hizo nuestro alimento; y entonces ¿No tenemos que ser nosotros alimento, fermento para las tierras a las que vamos a ir?, y se preguntarán ¿Cómo? y bueno no es nada de otro mundo, (aunque pareciera) si no, dando gestos humanos, dando un beso, un abrazo, dando el asiento aunque nosotros vamos cansados, regalando tiempo escuchando e incluso regalando una sonrisa podemos cambiar la realidad, podemos ser pan que se parte, reparte y comparte, con estos gestos podemos ser personas que lavemos los pies a otros y otras, cuando los acompañamos llevando sus cargas, podemos hacer de esas otras tierras, tierras santas, donde podamos ir descalzos.
Hoy en nuestra sociedad, herida, fragmentada, dividida y sin duda golpeada por nuestra historia, Jesús nos propone que seamos todos parte del bienestar, de construir un mundo más humano, nos propone que nosotros mostremos un Dios padre que se hace tangible, infinito y visible en el amor, nos invita a nosotros y nosotras a que seamos llama para los que no crean y para los que se encuentren en los márgenes de nuestra sociedad, es necesario que podamos hacer extraordinario su vivir, hacer sentir a los que nos rodean hermanos y hermanas. A veces parece loco e incluso fuera de si la propuesta de jesús, pero no tengamos miedo a soñar que con Jesús es posible cambiar nuestra realidad, es por eso que necesitamos de manos fuertes para sostener el reino, compartiendo el pan y el vino, es decir nuestras propias vidas y sin duda tenemos que ser hombres y mujeres, niños, niñas y jóvenes que como Jesús podamos amar hasta el extremo.
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