Pregunté a unos amigos en qué se fijan al criar a un niño. Me impactaron: “que sea feliz, que no sea llorón, que no se deje pasar a llevar, que juegue a la pelota, que se sepa defender po’… si no es niñita…”, es decir, un tipo de masculinidad asociada al ejercicio del poder, al dominio y potencialmente a la violencia… (y con un terror oculto que en ese marco sean unos “fracasados, marginados… inferiores”). No por nada Lola Hoffmann (1904-1988), fisióloga y psiquiatra en Chile, criticó duramente al patriarcado y sus consecuencias mostrando que la liberación de la mujer sólo es posible si se libera simultáneamente al hombre de las amarras de su propio poder patriarcal.
En la Andrósfera de RRSS empiezan a abundar las cuentas que ofrecen consejos para convertirse en un “macho alfa”… porque al final, las mujeres – dicen – prefieren a los varones dominantes, asertivos, agresivos, seguros de sí, firmes, conquistadores, sexualmente hiperactivos. A poco andar, el algoritmo te ofrece cursos de técnicas de seducción –tratando de traidores a los hombres feministas– llegando incluso a sugerir la violencia directa y no sólo simbólica o discursiva en el modo de relación con mujeres. Está también el grupo de los varones que dice proteger la soberanía sobre sí mismos, rechazan preconcepciones de género, defienden la igualdad y evitan relacionarse con mujeres, salvo para su satisfacción sexual. Igual mantienen vigente el modelo masculino que hace de la mujer un objeto a disposición de sus necesidades. Y por último, está el grupo que culpa al feminismo por su frustración sexoafectiva, porque no saben ni llegan a tener relaciones con mujeres. Son más explícitamente misóginos y llegan a la apología explícita de la violencia de género. Son los InCels, Célibes Involuntarios.
Como decía mi abuela… “mijo, ningún niño nació siendo misógino! Algo está muy mal en cómo aprendemos a relacionarnos… el machismo les da a ustedes los varones harto privilegio sólo por el hecho de ser varones. Para qué hablar de los femicidios que provoca: cada semana tenemos que llorar una mujer asesinada y ‘enrabiarnos’ por un varón que muchos siguen justificando como si fuera un “crimen pasional” o le echan la culpa a ellas con estupideces como que “por qué andaban en la calle”. Pero también es cierto que el machismo los deja atrapados a ustedes, los varones. Atrapados en un modelo jerárquico… que sólo puede prometer frustración, que repriman sus emociones, que se sientan solos, que se auto exploten pa’ levantar la olla… que muchos se aíslen…”.
Los jóvenes creyentes, ¿pueden encontrar una apuesta deconstructiva de la masculinidad en el Evangelio? ¡Claro que sí! Como recuerda la comunidad de Mateo en Mt 19,1-12, Jesús desafía a sus amigos redefiniendo el horizonte de masculinidad en su comunidad. Frente al tradicional esquema patriarcal de su tiempo Jesús propone un estilo de vida contracultural en las relaciones entre varón y mujer. Esta relación se funda en los valores alternativos del Reino, que como veremos, les lleva a asumir las consecuencias sociales que otra masculinidad podría traer.
En ese pasaje se cuenta una controversia sobre las relaciones entre marido y mujer. Muchos leen por arriba y se distraen creyendo que el punto es sobre el divorcio unidireccional (ante el que había distintas posiciones en el judaísmo de aquel entonces). Si sacamos las cosas de contexto y desconocemos la cultura del mediterráneo del siglo I, perdemos de vista que lo que está en juego para Jesús es la construcción de la masculinidad. Veamos.
Las normas culturales asociaban la virtus (virilidad y excelencia moral) sólo con el varón, pues la mujer no la poseía por naturaleza: valor, honor social, defensa de la patria y la familia, reciedumbre, hombría para cuidar sus bienes (incluida su mujer). En este sentido, el adulterio era una ofensa al varón que quedaba en ridículo ante el pueblo pues se atentaba contra su propiedad. El varón era el jefe de familia, la parte dominante. Nunca dejaba la casa paterna, donde estaba bajo obediencia, y donde luego se convertiría en patriarca, cuya relación afectiva más intensa le vinculaba a su madre y no a su esposa –pues ésta no era de su misma sangre. Su masculinidad viril le aseguraba una posición y privilegio social.
Jesús rompe con este guión patriarcal de masculinidad. No se entrampa en la casuística y va directo al fondo del asunto: citando el Génesis dice “dejará el varón a su padre y su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”… y luego, si leemos con atención, omite lo de la procreación (pues no es el punto en disputa). ¿Qué significa esto en contexto? Que los valores del Reino en las relaciones entre varón y mujer suponen una relación de iguales y más importante que la familia de origen… lo que pone en jaque los intereses de la casa patriarcal, los privilegios y la valoración de sus discípulos varones entre sus vecinos. Si el varón dejaba a sus progenitores, le podría traer la expulsión de la casa familiar, la pérdida del honor y del sustento material. De ahí que los discípulos respondan “entonces no conviene casarse”. Y Jesús responde con la imagen del eunuco –símbolo cultural de los varones que no cumplían las expectativas actitudinales o corporales de lo que era ser un varón por lo que se les atribuía una identidad social femenina.
Jesús les desafía a perder sus privilegios de varones, a asumir actitudes consideradas deshonrosas que les traerán incomprensiones y dudas sobre su virilidad, para asumir una masculinidad alternativa, cultivando relaciones de igualdad con mujeres, de cuidado mutuo y lealtad por sobre la familia de origen, sin violencia, ni prepotencia ni dominio. Aprendiendo a reconocer el propio valor humano en la capacidad de construir relaciones profundas, siendo capaces de expresar lo que sienten y cuidando de quienes aman. De ahí que en el Reino se enfrenten el hijo con su padre, la hija con su madre o con su suegra (Mt 10,35).
Jesús… propone una masculinidad desafiante pero liberadora tanto para la mujer como para el varón… impresionante, no? No es de extrañar que este sea un motivo más por el que Jesús se mete en problemas y es perseguido por las autoridades religiosas de su tiempo. Pues, cuando un varón cuestiona el machismo y su masculinidad hegemónica, se transforma en una amenaza para la cultura patriarcal y sus privilegiados… cada vez que su vida puede convencer a otros a que lo sigan. Y hoy día, sigue siendo perseguido, cuando muchos aún siguen naturalizando los roles de género como si fueran parte de un “orden divino”. Pero Jesús, con su determinación, muestra que no hay una sola forma de ser varón, que la construcción androcéntrica no es natural y que se parece más a una falacia mentirosa que normaliza la desigualdad y la violencia y que atrapa a varones y mujeres.
Nos toca a nosotrxs, varones y mujeres juntos y desde la igualdad, enfrentar las situaciones de nuestro tiempo que claman por deconstrucción y liberación de las masculinidades… desde la dinámica del Reino!
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