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La Cruz silenciada

  • RJI Concepción
  • 18 abr
  • 2 Min. de lectura

Reflexión Viernes Santo


La cruz nos confronta, con su crudeza, el castigo, el sufrimiento. Vemos rostros similares en enfermos, pobres, marginados, que reflejan un dolor palpable, que nos invita a conmovernos, romper la indiferencia.

Hay cruces que nos espantan, sufrimientos que se expresan en violencia, malos tratos con otros, las que cargan los excluidos, desadaptados, personas que preferiríamos no ver. Contemplar aquel dolor nos desafía a ampliar nuestra mirada y reconocer la humanidad incluso en lo que despreciamos.

Históricamente, la cruz se ha asociado con dolor, el evangelio presenta una realidad más compleja la tortura al inocente, Jesús quién se dedica a amar a quienes le rodean, es condenado, carga con los pecados de otros, aceptando el sufrimiento. Esto nos confronta ¿cómo enfrentar el dolor cuando recibimos castigos injustos?

Ante este panorama, la fe nos desafía. Creer que Dios no desampara a nadie, incluso aquellos que viven situaciones extremas, también nos mueve a confiar en su obra y sus tiempos. La fe es la que nos permite avanzar, estar de frente ante los que sufren puede resultar desolador y atraparnos en tratar de entender porque les toca vivir soledad, desamparo, maltratos. Confiar es avanzar, la fe es aliento.

Reaccionar ante la cruz de otros es difícil, podemos vernos tentados a querer quitarles sus cruces y cargarlas en nuestros hombros. Hay diferentes modos de servir o acompañar, por sobre resolver sus problemas, muchas veces comprender al otro, alentar, enseñarle o ayudarle a armar su camino se acerca más a lo que quién sufre necesita y espera. Que el dolor nos conmueva, nos lleve a la acción, en sus diversas formas, pero nos mueva.

En nuestra generación vemos agobio, silenciadas nuestras voces e historias. Ante esto contemplamos a Cristo ante el Sanedrín recibiendo acusaciones, teniendo la posibilidad de librarse del castigo, pero él decide vivir su verdad pese a que lo lleva a la cruz. Su ejemplo nos desafía, expresarnos no siempre nos libra de los problemas, incluso nos puede llevar a ser castigados, pero es el modo de vivir en coherencia, por lo contrario, el riesgo es vivir enajenado de nuestras propias vidas.

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