¿La tecnología y la Fe pueden coexistir?
Durante la pandemia, estábamos acostumbrados a hacer home office en el comedor, en el cuarto tomábamos clase y la sala era el salón de usos múltiples donde veíamos películas, series y en ocasiones celebramos la eucaristía a distancia. En los tiempos de post pandemia, el salón de clases parece un espacio de poca libertad, ya que antes se podían tomar clases, comer e ir al baño sin problema; ahora tengo que esperar, pedir permiso y posponer lo que experimento como una urgencia.
Esta misma experiencia podemos vivir cuando entramos a una capilla, ya que puede que no logremos distinguir que estamos en un espacio distinto, reservado, separado. En esta nueva realidad podemos cuestionarnos: ¿Es necesario fragmentar mi realidad? ¿Debo dejar fuera lo que estoy viviendo con mi amigo para hacer silencio y mostrarme bien portado? o ¿Puedo entrar con toda mi vida, con mis inquietudes y fracasos?, aunque eso implique desbordarme en lágrimas o explotar con un canto de alabanza.
Para la oración cristiana, conviene distinguir el carácter comunitario del carácter personal. El primer aspecto pide respeto por el lugar donde una comunidad comparte un espacio y requiere cierta calma para entrar en oración; en cambio el carácter personal engloba toda nuestra realidad humana, integrando “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias” (GS 1) de nuestro corazón. Dios ve nuestra realidad completa y desea que nos expresemos con plena libertad. El carácter personal no debe interferir en la oración comunitaria sino integrarse a ella.
Si bien, debo distinguir espacios, para favorecer el encuentro personal y comunitario con Dios; eso no debe impedir que entre al encuentro con Dios con toda mi realidad, por compleja que sea. Convendrá hacer un proceso personal y comunitario para distinguir espacios sin reprimir lo que somos y vivimos.
¿Cómo hacer para entrar en oración con todo lo que somos después de esta pandemia? Puede que el tiempo de confinamiento nos haya cambiado el ritmo de nuestra vida y los espacios se han resignificado; por eso vale la pena ser conscientes de los cambios que nuestra vida de oración ha sufrido.
Aunque hemos hablado de los espacios físicos que asumieron distintas funciones, no hay que olvidar que en la pandemia habitamos con mayor fuerza el espacio digital. Las pantallas se convirtieron en la prolongación de nuestros sentidos para comunicarnos y para encontrarnos con nuestro entorno.
Ahora que hemos retomado una vida con mayor “normalidad”, no dejamos a un lado la tecnología para encontrarnos con Dios. Seguramente tenemos un podcast que nos ayudó a hacer oración, tal vez reproducimos una playlist que nos adentró en nuestra relación con Dios y puede que sigamos teniendo una plataforma donde podamos seguir la celebración eucarística.
¿Qué debemos seguir cuidando en nuestra oración cristiana después de la pandemia? Comparto algunas sugerencias desde la Carta apostólica Desiderio Desideravi:
● Programar momentos específicos para el encuentro con Dios. A los discípulos de Cristo nos hace bien la disciplina, por eso agendar un tiempo dedicado al encuentro con el Dios Trino, será de gran ayuda.
● Reservar un espacio para la oración, puede ser en una capilla, en el jardín o en el propio cuarto. Dispón un lugar que te posibilite la concentración y la serenidad.
● Buscar una comunidad para orar, hermanos para compartir la fe. “La Liturgia no dice "yo " sino "nosotros " (DD 19). “Sólo la comunidad de hombres y mujeres reconciliados, porque han sido perdonados; vivos, porque Él está vivo; verdaderos, porque están habitados por el Espíritu de la verdad, puede abrir el angosto espacio del individualismo espiritual” (DD 32).
● Tener signos materiales para desarrollar la oración. Integrar algún elemento material: una vela, una imagen, una almohada, un rosario. “La Liturgia está hecha de cosas que son exactamente lo contrario de abstracciones espirituales: pan, vino, aceite, agua, perfume, fuego, ceniza, piedra, tela,colores, cuerpo, palabras, sonidos, silencios, gestos, espacio, movimiento, acción, orden, tiempo, luz” (DD 42).
● Integrar tecnología y vida cristiana. Así como se ha dicho, que los dispositivos sean aliados en tu oración, que te favorezcan la conexión con Dios y la capacidad para meditar, con música, guías pregrabadas, textos bíblicos programados, alarmas que aseguren tu tiempo de oración.
● Orar desde tu realidad: integrar los sentimientos, los acontecimientos vividos, la situación corporal y las inquietudes existenciales de la propia historia.
La oración, así como la vida misma, exige renovación constante, por eso el encuentro divino puede ser revitalizado por el Dios eternamente joven; optemos por métodos nuevos y estemos abiertos a las propuestas que su Espíritu regala a nuestra realidad.
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