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  • Foto del escritorNahir Andrada

La misión de custodiar la vida; ser madre sin dar a luz

Actualizado: 26 jul 2023

La palabra maternidad está vinculada al hecho de haber dado a luz a una criatura. Al oír hablar de hijos se puede llegar a creer que una mujer no puede experimentar aquel don hasta que no tenga los suyos propios. En este artículo te darás cuenta de que no es así.

Se puede referir al término “madre” en sentido biológico y en sentido cultural. Biológicamente, es la mujer que concibió y alumbró a un bebé. Existen, sin embargo, muchas otras formas de maternidad. Culturalmente se puede considerar madre a la mujer que cría, protege y brinda amor a otro ser.

En la vida laical, cuando aún no existe la experiencia biológica, se vive de igual manera la maternidad en el hecho de custodiar la vida de otros. Custodiar es defender con fuerza y fervor aquella persona que está a tu cuidado, como podrían ser los hermanos, primos o parientes pequeños a quienes su cuidado se les encarga a las mujeres.


A veces esta situación - de tener que velar por alguien “ajenoa ti- puede generar un primer sentimiento de sorpresa, pues todo lo que esta responsabilidad representa a veces se puede convertir en un rechazo que nos acompaña hasta la adultez, pero si una se permite dejar que fluya ese cariño interior reconoce que el hecho de tener enfrente a un alma que acompañar despierta un genuino deseo de hacerlo, independientemente a la edad que tenga, y podremos descubrir que es parte de nuestra esencia como mujeres custodiar la vida.

La pedagogía del cuidado tiene su profundidad que se manifiesta en la donación al otro. Una entrega que puede consistir en escuchar a ese amigo al que le pasaron muchas cosas y solamente quiere hablar con alguien, en la preocupación por el bienestar de un ser querido, en una maestra que cuida a sus alumnos, en un gesto de ternura, en una mirada compasiva, en una palabra dicha con dulzura.


La característica que identifica a esta cualidad es principalmente la capacidad de amar, conectar y empatizar: aspectos con los que nacemos. Amar conlleva su sacrificio, como el propio Jesús nos demostró, pero este tiene su belleza. Al revelarnos viviendo esta realidad, del corazón brotan sentimientos que ni siquiera sabíamos que estaban, o que podíamos experimentar, y rechazarlos solo lo hace más difícil porque tensa el alma en lugar de hacerla florecer.


A veces nos condicionan nuestras malas experiencias de la infancia con la maternidad y estas son las que luego nos generan rechazo, pero la verdad es que estamos invitadas a vivir la misión de cuidar a otros no necesariamente en los hijos biológicos, sino en la vida cotidiana con las personas que están a nuestro alrededor


Deja que el amor, la protección, la ternura y la comprensión fluyan naturalmente en tu vida de laica. El verdadero reto está en descubrir la belleza en la entrega y no vivirla como solo un martirio.



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