Jesús, el Cristo, el ungido de Dios, el que vino anunciar el reino, el que llamamos rey de reyes, es hombre, decidió nacer como uno más entre tantos, casi desapercibido, nació en la mierda del mundo, para él no había techo ni hogar, es que venía a cumplir la ley de Dios, no tenía un espacio en nuestro mundo. Es interesante hacerse esa pregunta ¿Por qué Jesús no tenía un espacio en este mundo?
Bueno, no tenía espacio, porque nuestro mundo no expresa lo que llamamos el modo de Jesús, en nuestro mundo no hay espacio para el perdón, para el amor, para la reconciliación, para la hermandad, prácticamente nos han enseñado que vivimos solos, que subsistimos solos, que nos rascamos con nuestras propias uñas, que no necesitamos nada de los otros, como los otros no necesitan nada de nosotros.
Jesús, ese sujeto sencillo que un Día salió de su casa, a anunciar que todas y todos somos hermanos y que deberíamos querernos como tal; el que nos dijo que es posible compartir lo que tenemos, que se podían multiplicar los panes y los peces; el que sabía hacer parte libremente a todas y todos a su propuesta de salvación, invitando a las mujeres y a quienes no necesariamente compartían con su cultura y costumbres; el que sanaba los sábados porque era necesario; el que compartía los sufrimientos y las alegrías de sus hermanas y hermanos, diciendo que lo que le hacemos a los otros y otras a él se lo hacemos; el que compartió sencillamente su tradición con quienes él más quería, lavándole los pies y manteniéndolos esperanzados.
Finalmente, ese Jesús murió. Lo mataron por hacer el bien, murió como un fracasado, no cambió nada, no hizo nada extraordinario que cambiara la mentalidad de la gente. La muerte es el fracaso de Jesús, el fracaso del proyecto de Dios. Suena duro mirarlo en esos términos, pero ¿no hemos dicho lo mismo nosotros de esos hombres y mujeres que en nuestro tiempo intentan hacer el bien por los demás? ¿no decimos lo mismo, de los que luchan contra la guerra; de los que buscan la igualdad social; de las que luchan por los derechos de las mujeres; los que luchan por la dignidad de los migrantes; de los que se toman el tiempo de hacer de nuestro mundo un lugar mejor? No hemos dicho comentarios como, “ah claro, como no trabaja puede hacer eso” “probablemente no tiene nada más que hacer, por eso hace tal cosa” “estos son resentidos, por eso andan protestando” “probablemente está aburrido, por eso está aquí” “de seguro no tiene más preocupaciones”
Es entonces por el fracaso, Jesús resucitó y hoy hablamos de él porque su modo, nos hace repensar el mundo en el que vivimos. No somos cristianos/as, porque queremos ser los mejores, ni siquiera somos mejores, ni estar en las primeras filas ni que nos den grandes reconocimientos. Nos hacemos cristianos, porque creemos que podemos hacer de este mundo, algo mejor, un poquito más humano, porque hubo un sujeto que hizo diferente su paso por este mundo y eso nos inspira. Todos quienes buscan el bien de nuestro mundo son fracasados del mundo, pero grandes mujeres y hombres para Dios.
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