Por: Francisca Munchmeyer, Presidenta CVX Secundaria Santiago.
Durante este año, por la fuerza que ha tomado el movimiento feminista, se ha logrado poner en cuestión muchas estructuras presentes en nuestra sociedad. Las universidades tuvieron un gran rol dentro de este estallido, por lo que tuve el privilegio de estar muy inserta en el levantamiento de espacios para esta lucha por la reivindicación de los derechos de las mujeres, desde mi posición de universitaria. Todo esto me llevó a un cuestionamiento mucho más profundo e íntimo sobre cómo lograr este proceso de deconstrucción en todos los ámbitos de mi vida. Ahí es donde surge el gran cuestionamiento que también se ha instalado dentro de la Iglesia en este último tiempo: ¿Puedo ser feminista y católica? Una pregunta bien potente, ya que solo el hecho de tener que preguntarse esto me genera muchas incomprensiones.
Soy una mujer que desde chica siempre me consideré muy fiel a la religión católica, participando de distintos movimientos que me hicieron crecer mucho en mi fe, la cual mantengo firmemente hasta el día de hoy. Entonces, de un momento para otro comienzo a notar que dentro de mi misma Iglesia pareciera haber un problema con el hecho de qué tan coherentes son entre sí los términos catolicismo y feminismo. Esto me llevó a una pregunta más radical, sobre la cual me referiré en esta columna: ¿Se puede ser católicx y no ser feminista?
Creo que las mujeres católicas feministas, tenemos una gran labor dentro de nuestra misma comunidad católica. Sabemos que la Iglesia durante todos sus años ha cometido grandes y graves errores.
Al igual que nuestra sociedad, nuestra Iglesia está constituida en bases patriarcales, donde la voz en lo público está destinada casi totalmente a los hombres, silenciando a la vez tantas voces de mujeres que sistemáticamente son relegadas a ámbitos más pasivos, menos políticos. Y ahí la jerarquía de la Iglesia tiene un gran problema que enmendar, tiene mucho por lo que pedir perdón y a la vez tiene el deber de reivindicar la posición de la mujer dentro de esta misma jerarquía. Pero no porque la jerarquía no actúe, las bases nos tenemos que quedar pacientes y calladas a la espera de esos cambios. Todo lo contrario, nuestra tarea es aún más difícil, porque hay que hablar, denunciar y actuar por la voz de todas las mujeres que históricamente hemos visto coartada nuestra libertad de elección dentro de la misma Iglesia.
En el documental “She’s Beautiful When She’s Angry”, una mujer decía: decir la verdad y hablar es muy revolucionario. Creo que esa frase pega en el clavo de la situación de la mujer en la Iglesia.
El primer paso que tenemos que dar como mujeres en la Iglesia es hablar nuestra verdad. Un gran ejemplo, es la imagen de la Virgen María. Lamentablemente, como todas las mujeres, María no quedó exenta de ser vista únicamente desde su capacidad de ser madre, que si bien es una gran virtud admirable de ella, logró totalizar una visión muy pasiva sobre el rol de esta gran mujer. Y es que hemos invisibilizado la imagen de una María valiente y luchadora, totalmente revolucionaria. En un contexto profundamente machista y patriarcal, María decidió ser madre soltera. Haciendo frente a todo el cuestionamiento que pudo haber recibido por parte de José, su pareja, y todo el reproche social que conllevaba en ese entonces un embarazo antes del matrimonio.
María fue firme en sus convicciones y creencias, y libremente decidió hacer este acto totalmente revolucionario y valiente de ser la madre de Dios. Esto me hace admirar la imagen de esta gran mujer, que tiene mucho que enseñarnos sobre feminismo.
Por último, me gustaría terminar haciendo una invitación a soñar, que es algo que nunca debemos quitar de nuestras luchas y pasiones. Soñemos con una Iglesia sorora, donde las mujeres tengamos la libertad para construir el Reino de Dios libremente y de la manera en que nos sintamos llamadas a construirlo. Soñemos con una Iglesia comprometida con la vida y con los derechos reproductivos de la mujer. Sí. Existimos mujeres católicas a favor del aborto libre. Existimos mujeres que soñamos con el sacerdocio. Existimos mujeres que queremos construir el Reino desde un rol público en la Iglesia. Existimos mujeres que queremos ser igualmente escuchadas que los hombres. Sí. Existimos mujeres católicas feministas. Y es momento de que nos hagamos escuchar.
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