Por: Paula Torres, ACI (Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús)
Recuerdo que cuando niña escuchaba hablar de la voluntad de Dios y me daba miedo, porque lo asociaba a algo que me iba a hacer sufrir. Cuando era adolescente pensaba que la voluntad de Dios era algo feo, fome… como un poncho que me cae encima y más encima me queda mal, así que no quería encontrarme con esa voluntad.
Hasta que comencé a descubrir y a experimentar que la voluntad de Dios, me gusta más llamarle el sueño de Dios, es que seamos plenamente felices, hablo de esa felicidad honda, que da sentido y plenitud a la vida y desde ahí a la vida de otros y otras.
Entonces, ese sueño de Dios, vale la pena… pero ¿dónde lo encuentro? ¿dónde buscarlo? ¿o es algo a lo que debo “achuntarle”? ¿o de repente Dios me ilumina y “me lo dice”? A veces clamamos al cielo buscando esa voluntad. Si miramos el evangelio se nos da una pista en el misterio de la Encarnación, Dios mismo se “abaja” y se hace uno de nosotros, ese es el recorrido que estamos invitados/as a hacer, “abajarnos” y si bajamos llegamos a las profundidades de nuestro corazón. El sueño de Dios está en nosotros mismos/as, porque él mismo habita en nosotros/as.
A veces pienso que nacemos con un “yo” original y a medida que avanzamos pareciera que nos vamos alejando de esa originalidad. El asunto es, que “la voluntad de Dios” la encontramos en aquella originalidad, es decir: intuiciones, maneras de vivir diversas situaciones, aquello que nos hace más feliz, esos lugares o personas que nos ayudan a encontrarnos con esa originalidad…
Recuerdo que durante el tiempo en que hice el discernimiento vocacional, intuía que la vida religiosa, vivida en mi congregación, era un medio que me iba ayudar a ser plenamente feliz y eso me daba mucha consolación y confirmaba mi elección. Un día Dios me regalo una gracia que me llenó de mayor libertad. Experimenté que, si yo no elegía la vida religiosa, Él igual se iba a encargar de hacerme feliz, me iba a seguir proponiendo caminos de felicidad y plenitud, porque él es fiel a mí, y su fidelidad no depende de lo que yo haga o no haga.
Esa gracia me ha ayudado mucho durante años. Yo discierno, o trato por lo menos, intento ser fiel a lo hondo que mi corazón intuye, pero nunca estoy o estaré 100% segura que esa es su voluntad o su sueño… tal vez me he equivocado y lo seguiré haciendo… pero cuando llegue frente a Jesús creo que me preguntará por mis rectos intentos de fidelidad y no por mis aciertos.
Podrías preguntarte…
¿Qué es para mí la voluntad de Dios? ¿o que yo estoy haciendo y/o eligiendo me ayuda a ser más yo mismo/a? ¿las personas con las que elijo estar me ayudan a buscar o vivir esa autenticidad profunda?
Me encantó, lo encontré muy orientador. Gracias!