Por Nemo Castelli SJ
No se trata de despreciar las representaciones piadosas del pesebre que adorna algún lugar de la casa o una capilla. Tampoco se trata de criticar las “pequeñas obras de teatro” que generalmente tienen a niñas y niños por protagonistas. Menos aún se trata de decir con el ceño fruncido y con cara grave (de “doctrina social”) y supuesta consecuencia, <<que Dios nace en las calles, en los marginados.>> La novedad que trae Dios mismo entrando en la historia humana es eso y mucho más que eso.
El nacimiento de Jesucristo pone el mundo patas pa’rriba. No es ni el burdo ejercicio de actualización socio política de un acontecimiento que termina haciendo de la Navidad un fetiche, un objeto de dominio ideológico. Ni el mero recuerdo de un acontecimiento del pasado que deviene en un cristianismo aséptico y descomprometido con las encrucijadas de la historia. Como gritaban los profetas de Chile: ni cristianismo social que no sabe pa’ dónde mirar ante el sagrario y que bosteza y se da media vuelta en la cama los domingos en la mañana. Ni piadosa fe silenciosa y privada que busca un refugio ante las amenazas de la calle. En ambas actitudes nos defendemos de tomar demasiado en serio que Dios no nos tuvo miedo y que se hizo vecino de nosotros para siempre. “El Emmanuel” le llaman, Dios-con-nosotros! Sí, con “guiones”, porque desde Jesús de Nazaret, nunca más se puede entender ni vivir a Dios separado de la historia humana.
Por eso, entrar en el misterio de la Navidad... es despertar, “paff”, del sueño dogmático a-histórico. ¡Si en estos días nos diéramos la oportunidad de abrirnos al asombro! Ante esa extrañeza que hace que la manera en que hemos entendido las cosas hasta ahora se muestre insuficiente, y que abre, poco a poco, la mirada del corazón a una novedad inaudita. Impredecible. Que escapa a los cálculos del más complejo algoritmo de predicción. [Léalo lentamente] La Fuente de la vida,… el Origen… Ese en quien
somos, nos movemos y existimos… se hizo uno con nosotros, uno de nosotros. Sigue naciendo y habitando nuestra historia. Quiere seguir haciendo morada en la mía propia y en la de mis cercanas(os).
El realismo de Dios no maquilla ni esconde el mal: “en tiempos del emperador Augusto… llegó el tiempo del parto”. Dios se involucra con el ser humano en un momento de particular opresión del pueblo, cuando las mayorías viven en condiciones de precariedad intolerables. Desde ahí interpela nuestra libertad impulsándonos a modos de vida más humanizadores. Cada uno deténgase y déjese impactar: violencia contra mujeres, crisis socio-ambiental, familias forzadas a migrar, víctimas del Covid19, discriminadas(os) por su raza, clase, orientación sexual, género,… rostros, rostros, rostros… de mujeres y hombres me interpelan con una novedad de vida.
Y Dios quiere seguir naciendo en mi propia historia y en la de mi familia y amigas(os). Asume mi pasado, mis heridas, mis vergüenzas, mis anhelos, gozos, habilidades y deseos, para interpelarme y llevarme a modos de vida más humanos, conmigo mismo, con los demás, con la naturaleza… con Ella/Él.
No hay que confundirse. Ni los demás, ni ninguna situación, ni nosotros somos Dios. Dios es siempre más. Pero nos regala participar de La Vida.
Que estos días, los pesebres, o las “representación teatrales” o los rostros humanos de nuestra historia nos detengan, nos asombren y nos abran los ojos del corazón para dejarnos acariciar e interpelar por la vida nueva que Dios está haciendo germinar en medio nuestro. Así sea.
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