Por: Jeannette Curinao Alcavil - Tirúa – VIII Región Bío bío.
Antes de pronunciar palabras, o de escribirlas, hay que pasarlas primero por el corazón.
Soy una mezcla de culturas, de vivencias, de espiritualidades. Hay mezclas que son benditas como el café con leche de la mañana, como un niño en los brazos de su madre. Hay otras mezclas que no hay por dónde encontrar el ajuste como política y corrupción, como una cuarentena hacinada y sin recursos para los más pobres en contexto de pandemia.
“Juntas, pero no revueltas”, es la frase de un amigo en este territorio que me habla de ancestralidad y de Dios. Me vine desde Santiago a Tirúa con la maleta cargada de esperanzas en poder entender un misterio que una y otra vez inquieta mi espíritu: ser mapuche y ser cristiana… “Juntas, pero no revueltas”, “Juntas pero no revueltas”, una y otra vez… ¡Esta es la respuesta que necesitaba!
Siempre supe que por el sólo hecho de ser mujer mapuche tendría que enfrentar una serie de situaciones cargadas de discriminación e injusticias, pero también desde mi más tierna infancia supe que era depositaria de una fuerza diferente, de un espíritu que me conecta con lo sagrado, lo real, lo concreto y lo desconocido, con otras fuerzas espirituales.
No puedo renegar de mi historia con Jesús de Nazaret, el Dios de Vida y la Ruáh Divina. La fe es un regalo gratuito. Continúo participando y acompañando activamente a una comunidad católica aquí en Tirúa desde hace más de 3 años. Trabajo como profesora de religión católica en la escuela básica y como profesora mentora de la educadora tradicional mapuche del Liceo Trapaqueante.
No puedo olvidar que soy parte de un Pueblo que resiste, que se niega a morir. Sufro con los montajes, sufro con los encarcelamientos injustos, sufro con el empobrecimiento de mis hermanos y hermanas mapuche, sufro con el atropellamiento a las hortaliceras de Temuco. No puedo ni debo olvidar a mis ancestras con espíritus de machi que defendieron la vida con sus vidas. Tampoco quiero hacerlo. Mi historia es tierra sagrada, yo soy tierra sagrada. Soy una y soy otra. Así de simple, así de confuso, ¡así de bendecida!
El Buen Vivir es uno de los paradigmas más anhelados en estos tiempos de conflictos, de despertares de los pueblos oprimidos. El Buen Vivir no es algo que se deba construir, es algo que se puede rescatar ¡Ya lo vivimos en este territorio! Nosotros lo llamamos Küme Mongen. Nuestra cosmovisión se ordena en ella. La naturaleza es un Ser, no un algo. Discrepo con el Papa Francisco cuando se refiere al cosmos como “La Casa Común”. Una casa es un bien, algo que puedo transar, vender. Un Ser es un Alguien a quien debo respetar, conocer, proteger. Es un Otro con quien debo relacionarme. una gran diferencia creo yo.
Cada solsticio de invierno no es un “Año Nuevo” como una línea de tiempo infinita. Es un término de ciclo e inicio de uno nuevo (Wiñoy tripantü). Es un período de revisión de la vida, renovación de energías, de agradecimiento por lo vivido y de petición de protección por lo que vendrá. En cada territorio se celebra de diferentes formas porque los espíritus (ngen) que lo habitan son diferentes y son diferentes porque la geografía es diferente, pero existe una misma esencia que atraviesa cada una de las rogativas de las comunidades y de las personas que se reúnen para celebrar.
Cuando voy a misa, me dirijo a Jesús, al Padre y a la Ruáh Divina que habitan en mí. Comulgo porque creo profundamente en la Eucaristía. Rezo el Padrenuestro convencida de que el mismo Maestro nos la dejó. Y creo que me ha escuchado el “Venga a nosotros tu Reino”. El 18 de Octubre es una muestra de su respuesta. De que está escuchando el clamor de su pueblo. Creo en María nuestra Madre y me hago eco de su Magníficat; “Arriba los pobres, abajo los poderosos”.
Cuando estoy en un Nguillanmawün o un llellipun (rogativa), me coloco mi ropa mapuche (ükilla, küpam, me trenzo el cabello, coloco mis prendas (joyas), danzo con mi cuerpo, toco mis kaskawillas con fuerza para que su sonido se una al del kultrung, acompaño los pasos de mis hermanos y hermanas que están conmigo orando individual y comunitariamente. Me dirijo a las cuatro fuerzas creadoras del mundo: Hombre y mujer ancianos, hombre y mujer jóvenes. Si estamos a orillas del mar, lo hago descalza y dirigiéndome al ngen lavkén, espíritu guardián del mar (no al hermano mar).
Es la forma en que encuentro el equilibrio de vivir mi espiritualidad, esa capacidad de conectar mi espíritu con Aquello que es mayor a mí, con Aquello que es superior a mí y me invita a ver a los otros como Otros. El ritmo de mi corazón al ritmo del Kultrung. No mezclo cristianismo con Beyentun porque eso sí que es un atentado a la espiritualidad.
¿Por qué el cristianismo tiene que imponerse ante otras espiritualidades que viven los mismos valores del Reino (Justicia, fraternidad, paz, etc)? ¿Por qué utilizar elementos de una espiritualidad para vivenciar la otra? Dejemos de usar kultrung en los cantos del coro de las capillas o hablar de “misa mapuche” El kultrung es un instrumento sagrado y es tan mal tratado. O es misa o es llellipun. Yo no mezclo la lasaña con el puré por más que me gusten las dos comidas. Disfruto sus sabores por separado y asco me daría comer las dos juntas.
¿De qué hablaba Jesús cuando nos llamaba a ser Uno? ¿Uno u homogéneo? ¿Es negativa la diversidad? ¿Entonces cómo entender la Trinidad? ¿Por qué no iniciamos a dialogar de veras, dejando a un lado la visión occidental, patriarcal, eurocéntrica y conversamos en igualdad?
Si alguien quiere conocer el mundo mapuche venga y vea, experiméntelo, búsquelo. Deje a un lado su curiosidad de turista y déjese abrazar. Déjese convertir y dejar a Dios ser Dios y Energía ser Energía, sin adornos, sin miedos ni prejuicios. Será una experiencia religiosa inolvidable… y lo más importante: no somos terroristas.
Jeannette Curinao Alcavil
Tirúa – VIII Región Bío bío.
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