Por: Samuel Yáñez Artus
¿Cómo habrá sido la relación de José, esposo de María, con su hijo Jesús? ¿Qué clase de papá habrá sido José? Me falta estudio para aventurar una respuesta más satisfactoria. Sería necesario investigar la época y su cultura, en particular las concepciones que se tenían sobre la paternidad y el modo de ejercerla. Habría que indagar en las prácticas y en sus sentidos, lo que era valorado y lo que no. Y en los rasgos singulares de José, varón justo, hombre de fe, preocupado de la custodia de su hijo y de María, de oficio carpintero. Ahora bien, los Evangelios nos aportan elementos sobre el hijo Jesús. Y se puede entrever en sus rasgos la influencia del papá José. Porque sabemos que la experiencia de su Padre, que nos comunica Jesús, está sin duda relacionada con su experiencia del papá José. No podría ser de otra manera, a la luz de la Encarnación. En la conciencia de Jesús, el padre interior ocupa un lugar central, así como su Padre resulta esencial para entender su ser y misión.
Padre y madre, en cuanto tales, realizan, respecto del hijo o hija, una función de transmisión y vinculación. Son los principales transmisores de humanidad: pasan el lenguaje, cuidan el cuerpo en su crecimiento, influyen en el asentamiento de la propia personalidad. Para la madre, el hijo, de algún modo, permanece interior. A partir de la interioridad física se desarrolla una vinculación humana marcada por la interioridad. La mamá dice: “¡Pensar que le llevé en mi seno!” Pero el hijo no es interior al padre. Esto no significa que el padre sea ajeno o extraño a la vinculación interior de madre e hijo, ni tampoco que él no tenga una vinculación profunda con el hijo. Lo que pasa es que su modo de vinculación es distinto: el padre cuida al hijo, cuida la relación interior madre-hijo, y ofrece al hijo una vinculación que va más allá de la interioridad materna. El padre es principio de vinculación social. El padre no es la ley que ha de ser obedecida, sino la apertura a una vida libre en vinculación amplia, social. Hay una etapa de obediencia; luego, el hijo crece y su vida es enviada, a su vez, a cuidar, vincular y transmitir humanidad. Esta distinción entre los modos de vinculación de la madre y del padre con el hijo hay que entenderlas integradamente: son ambos quienes conjuntamente las desarrollan.
¿Cómo habrán transmitido José y María a Jesús el respeto por la dignidad de cada ser humano? Tal vez, no entraban en la pieza del niño sin antes solicitarlo, tocando la puerta. O le enviaban, a las 9 de la noche, a su pieza, para que descansara y respetara el tiempo del fin del día de sus mayores. ¿Cómo habrá ido aprendiendo José a ser papá, en la vida de todos los días con su hijo Jesús? Antes que Nicodemo, él fue “naciendo de nuevo” como padre, como lo hace todo papá con cada uno de sus hijos. Lo que, en todo caso, es claro, es que José y María contribuyeron a la formación de un Jesús hondamente vinculado a sí mismo, a los demás, a la naturaleza y a Dios. Un hijo capaz de cuidar y radicalmente libre.
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