Por: Nike Muñoz, estudiante del Colegio San Francisco Javier de Cerro Navia
Hace algún tiempo escuche a un caballero en la calle que estaba hablando sobre un problema que tuvo en su vida, hablaba de una discusión que tuvo con un amigo, y parece que profesaba una fe cristiana (iba con una biblia en la mano y muy bien vestido). Dijo algo que me hizo pensar demasiado: “yo antes de ser cristiano soy humano”. Y por qué me hizo pensar mucho, porque entiendo que Jesús nos muestra un modo de vida que nos hace ser más humano, un estilo que nos hace hablar desde el corazón.
Yo antes de ser católico practicante tenía una rivalidad con Dios, por mi historia de vida, por los hechos que fui viviendo en el último tiempo. No podía creer en Dios y ¿por qué no podía creer en Dios? porque entendía a Dios como un ser, una fuerza o un “algo”, que controla al humano – como una persona que mueve las piezas en un tablero de ajedrez - así entendía a Dios, como un ser deshumanizado, que produce guerras, indiferencia, envidia, odio y todo lo que se puede imaginar de los problemas del mundo.
Luego de hacer una revisión a mi vida, decidí hacer mi confirmación, principalmente por dos motivos: seguir el tradicionalismo familiar, y porque ya varios de mis amigos del colegio se habían inscrito a grupos de confirmación, así que decidí inscribirme en una parroquia de Quilicura, donde al principio criticaba y cuestionaba todo (hoy sigo haciendo lo mismo). Sobre el ritualismo en misa, o por qué el sacerdote está en una plataforma en la misa y no con el pueblo, o por qué se reviste y se pone un traje - en ese tiempo no entendía el simbolismo - si Jesús o por lo menos el Jesús que conocí y que me mostraron en su momento en mi colegio (San Francisco Javier de Cerro Navia) no era igual al que me mostraba la iglesia. Yo entendía a Jesús como un amigo cercano, como un compañero que nos motiva a hacer mejor la cosas y transformar el mundo.
Desde la instancia escolar, entendía a Jesús como algo cercano y que, en la religión católica que en ese momento estaba conociendo, no podía encontrar. Desde lo que comprendía en ese entonces, en la práctica no podía reconocer al Jesús amigo, compañero, confidente, ese Jesús que nunca te deja solo. Pero en este recorrido hubo gente que me ayudó a entender más a Jesús, a reconocerlo desde el evangelio: cómo actúa, cómo miraba a la gente, cómo amaba a sus cercanos. Ese Jesús es el que me cautiva y me anima a actuar y muestra un modo de ser más humano, ser mejor persona, aprender a tratar con los que me caen bien y con los que no me caen tan bien y reconocerlos como hermanos.
Qué bonito es actuar al modo de Jesús, al modo del Jesús revelado en el evangelio, al modo del Jesús que sufre con los hermanos y que también se alegra con ellos, ese Jesús que siente y actúa, no es solo palabra, también es acción, ese Jesús es el que conocí y que sigo conociendo y sigue haciendo esa invitación de humanidad, de hacernos y sentirnos más humanos.
Jesús no se aleja de la humanidad, se hace humano y vive como nosotros, sufre y actúa. Siento que las iglesias cristianas (todas las que profesan la fe en Jesús), han puesto a este hombre tan alto que prácticamente es algo ajeno a nosotros. Cuando hablo de esto no se me olvida que este hombre que se llama Jesús se enojó en el templo (Mc. 11, 15), se sintió lejos de Dios (Mt. 27, 47), lloró (Jn. 11, 34 - 35), Jesús tenía sentimientos muy humanos.
Para concluir, como cristiano no me siento alejado de mi humanidad, porque Jesús también fue humano, sintió como yo, vivió como yo y es mi ejemplo a seguir y el ejemplo de muchos, es la forma en que yo me hago humano y que también ayudó a ser humano a mi hermana y hermano.
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