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¿Intrínsecamente desordenados?

Actualizado: 21 ago 2018


Por: Bernardita Zambrano RSCJ


“El derecho canónico y catecismo de la Iglesia católica condena algunos actos que considera especialmente graves. Así, cuando el número 2357 del catecismo habla de “actos intrínsecamente desordenados” ¿de qué actos habla? ¿De los abusos sexuales cometidos por algunos sacerdotes a menores de edad? ¿Del abuso de conciencia y sexual de parte de sacerdotes, religiosos y religiosas, a jóvenes en busca de una vocación consagrada? ¿A la vida doble de sacerdotes que solo buscan en mujeres satisfacer sus necesidades sexuales, echándose al bolsillo el voto de castidad, la promesa de celibato y el respeto a la dignidad de esas mujeres? ¿Qué puede ser más desordenado que esto? ¿La violación a tantas mujeres en el mundo? No, tristemente tengo que decir que para todo lo anterior, como Iglesia no tenemos una definición doctrinal tan categórica. Nuestra Iglesia ha definido que los actos homosexuales, es decir, la expresión sexual entre un varón y otro que se aman o entre dos mujeres que se aman, son intrínsecamente desordenados. 


Yo miro al cielo y digo: Dios, ¿habrá forma de reparar en alguna medida tanto daño causado con esta infausta declaración? ¿Podemos continuar siendo tan ciegos? Jesús diría: "¡No les hagan caso! Son ciegos que guían a otros ciegos" Mt. 15, 14

Yo, que también soy Iglesia, me pregunto: ¿qué tenemos que hacer para volver a mirarte Dios? para luego, desde Ti, mirar a la humanidad? Estamos ciegos y ya no estamos dando cuenta de tu buena noticia. 


“Dios les ama, Dios les ama, Dios les ama”, no me cansaré de decirlo y, ustedes hermanos y hermanas LGBT y lo que siga, sepan que están tan unidos a Dios como lo está la persona más santa que puedan conocer. ¡Que nosotros la Iglesia, jamás les hagamos sentir lo contrario!


Qué dolor ha sentido mi corazón cuando un joven homosexual me ha preguntado: Berni, ¿Jesús murió por “todos” o por “muchos” como dice la liturgia?, ojalá que la intención de Jesús haya sido por todos. Recordemos que en el 2016, la Iglesia cambió en el texto de la consagración utilizado por años en la Eucaristía, la palabra “todos” por “muchos” en la frase que dice: “…sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por todos para el perdón de los pecados”. ¡Qué triste y que mal podemos llegar a transmitir la fe!, el amor incondicional, desmesurado de Dios por nosotros con estos detalles litúrgicos que confunden hasta el grado de llegar a generar exclusión, con el argumento de que fue “por respeto a la Palabra de Jesús”. Necesariamente recuerdo las palabras de Foucault: “no existen discursos inocentes”. Notar que este cambio litúrgico fue apenas en el año 2016.


Por otra parte, qué consuelo, alegría y paz en mi corazón al escuchar otro joven homosexual decir: “me han ayudado a tener fe las personas que me rodean, familia, amigos, y en los momentos más duros, han sido los jóvenes que he tenido a cargo en mi comunidad, ellos me han mostrado nuevas esperanzas y aires nuevos cuando la cosa se venía difícil, además los amigos/as religioso/as que fueron amigos y amigas más que curas y monjas…que me alentaban a no bajar los brazos…que sin mirar mi condición, me permitieron servir al Señor, que es lo que amo hacer”.


Cabe preguntarnos: y nosotros ¿con cuál de estos dos testimonios de Iglesia nos sentimos identificados? A fin de cuentas, como dice Francisco en su última exhortación apostólica “Estamos llamados a cuidar atentamente la caridad: “El que ama ha cumplido el resto de la Ley(…) por eso la plenitud de la ley es el amor”(Rm. 13, 8.10). “Porque toda la ley se cumple en una sola frase, que es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Ga 5,14)”.


Estoy consciente que la Iglesia, muchas veces ha sido sostenida por hermanos y hermanas homosexuales (que viven su orientación sexual en el silencio), laicos/as y consagrados/as, que han sido fieles a Jesús y su mandato y han decidido Amar, aun siendo juzgados o mirados con recelo, han decidido Amar, frente a una sociedad e Iglesia que los excluye, han decidido Amar con una esperanza contra toda esperanza. Un siguiente paso, será que cualquier ser humano, sin importar su orientación sexual pueda vivir su fe y servicio a la Iglesia sin tener que ocultar nada de lo que constituye su identidad. Este paso es desafiante para gays y lesbianas, pero mucho más desafiante es para la comunidad cristiana, ensanchar la mente, el corazón y la voluntad para acoger al prójimo como otro/a diverso, tan hijo/a de Dios que goza de la gracia del Espíritu Santo con el cual hemos sido ungidos todos, quienes hemos recibido el don de Dios en nuestra vida a través del bautismo.


Gracias Dios por el regalo de los amigos y amigas que me has regalado, porque siendo religiosa he aprendido con ellos/as a querer vivir la sexualidad al servicio del amor, gracias especialmente a mis amigos gays y lesbianas, porque ellos/as han sido en mi vida religiosa; ternura, fortaleza, contención, cuestionamiento, esperanza renovada y Amor, por sobre todo, mucho Amor.

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