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Hablemos de la Soledad

Actualizado: 24 jun 2021

Por Cristian Viñales SJ


¿Te has sentido solo o sola últimamente? ¿Pasas el día en Instagram, Tik-Tok o WhatsApp interactuado con otras personas? y ¿Aun así, al final de día experimentas soledad? Te diré algo que no querrás leer, aquí va: “Sí, estás solo”. En alguna medida todos y todas estamos solos, somos seres separados. Piensa lo siguiente: para constituirnos debimos asumir una ruptura fundamental desde el comienzo, el ombligo es la huella de nuestro “ser separados”, no solo de nuestra madre sino de toda la humanidad, “somos parte de…”, anhelando ser completados. Desde que nacemos nuestra existencia es una paradoja: Perfectamente completos y permanentemente todo lo contrario. La sed se calma con agua, el hambre con comida, pero, ¿la soledad? ¿Cuál es el objeto de la soledad? ¿Está en el mercado? ¿Se puede pedir por Uber Eats o comprar en Amazon? Por ridículo que parezca, creo que nos hemos convencido de algo así. El consumismo está tan entrometido en nosotros que pareciera ser que toda hambre se puede saciar en un “click”, sin embargo, por ejemplo, las redes sociales (RS) no nos darán lo que anhelamos, solo aumentarán la angustia pues nos sitúan en un limbo entre el no saber estar solo y el no poder estar con otros. Es decir, no hay verdadera comunicación ni con uno mismo ni con los demás.


Quizás lo podría decir de otra manera: Las RRSS son una buena herramienta, nos facilitan la vida en muchos sentidos, pero no esperemos de ellas lo que no pueden dar. Creo que parte importante del tema es que no sabemos estar solos, somos existencias devoradoras de ruidos e imágenes, pantalla al despertar, pantalla al acostarme y si me desvelo, pantalla. Dejemos tranquilas a las RRSS un rato. Bueno, si hagamos lo que hagamos nada integra plenamente la distancia que hay entre nosotros y aquello de lo que nos sentimos separados ¿Es esto una condena? ¿Qué hacemos entonces? Como decía anteriormente este tipo de soledad, es profundo aislamiento, pues no nos comunicamos verdaderamente ni con los demás ni con nosotros mismos, por lo tanto, vacía. Consumiendo estímulos constantemente, nunca aprendimos a comunicarnos así nuestros silencios solo serán estériles. Conocerse a uno mismo y acoger la soledad radical irá haciendo nuestros silencios cada día más fecundos y creativos ¿Quién soy? ¿Cómo estoy? ¿Cuál es mi identidad? ¿Cuál es mi principio y fundamento? ¿Cuáles son mis fragilidades? ¿Cuál es mi vocación? ¿A quiénes quiero de verdad?


Creo que aprender a estar solos, sin ruidos, ni pantallas, no solo es sano para nosotros mismos, sino que paradójicamente nos habilita para estar con otros, nos previene de la peligrosa ansiedad de querer consumir a la persona del otro. Jesús, el pro-existente, el hombre para los demás, en numerosas oportunidades dejaba a sus discípulos de lado y partía solo a orar, en ocasiones él mismo quería estar solo (Jn 6, 15), allí se fundaba, establecía la comunicación esencial consigo mismo y su Padre, necesitaba estar solo, para saber estar con los demás. Una persona que se conoce a sí misma y reconoce al otro en su soledad, está lista para amar, respetando la libertad y la interioridad del ser amado. Saber estar solos es condición de posibilidad para amar y ser amados. Finalmente, les comparto una intuición. Cuando damos ancho espacio a esta experiencia de estar separados o incompletos, damos cabida a la angustia, sí, pero acaso esa música que escuchas y te deja maravillado o ese paisaje inefable luego de largas horas de caminata, no nos remite a algo inalcanzable, inabordable, que nos hace experimentar pequeños o extasiados. Lo increíble de ser humanos, es que estamos siempre abiertos a lo infinito, se asoma como intuición y se esconde. Lo infinito coquetea con nosotros, en silencio nos seduce personalmente. Aprendamos a estar solos, no perdamos la oportunidad de dejarnos seducir. Puedes comenzar hoy, pregúntate al final del día: ¿Qué agradezco de este día? ¿Qué sentimientos experimente? ¿A que me movían? ¿Me dejé seducir por lo infinito?



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