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El amor universal del Padre y el Día del Orgullo LGBTI

Por: Renzo Serri Gallardo. Trabajador Social, activista LGBTI, diplomado en Estudios Teológicos, diplomado en Estudios Bíblicos.

Citas de teólogos, pastores, incluso de Francisco, para hablar de la inclusión de la diversidad sexual en la Iglesia puede haber muchas; pero considero más pertinente quedarnos con la única que no podrá ser cuestionada: “¡Así amó Dios al mundo! Le envió a su Único Hijo para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió su Hijo al mundo para condenarlos, sino para que el mundo se salve por Él” (Jn 3, 16-17).


De las vertientes del amor de Cristo, la experiencia de Dios cambia radicalmente. Nosotros estamos seguros, p. Ej., que Dios no hace acepción de personas (Hch 10,34. Cf. Rm 2, 11; Gal 2, 6; Ef 6, 9). Es más, estamos seguros de que es el Padre quien ha deseado que seamos hijos suyos, y efectivamente lo somos (Cf. 1 Jn 3, 1). Este misterio del amor de Dios, patente en Cristo Jesús, nuestro Señor, es el que celebramos todos los junios de cada año en el mes del Sagrado Corazón de Jesús.


Pero en junio, el mundo secular conmemora otra fecha: El día internacional del Orgullo LGBTI (o día del orgullo gay, aunque es muy reduccionista; o día del orgullo de la diversidad sexual para hacerlo más amplio). El 28 de junio de todos los años se conmemora [como católicos sabemos que conmemorar y celebrar no es lo mismo] este día en referencia a los llamados disturbios de Stonewall, en el cual la comunidad LGBTI se alzó en contra del gobierno norteamericano por permitir el abuso sistemático por parte de la policía y la represión estructural del Estado hacia la comunidad LGBTI de la época.


Independiente de cómo se conmemore, ya sean las conocidas marchas del orgullo, los meeting virtuales en este año de pandemia, los actos culturales y las charlas abiertas a la comunidad, incluso si alguien (aún con miedo de ser quien es libremente) sólo comparte un post en sus redes sociales, el sentido es el mismo: GRITAR AL MUNDO QUE NADIE PUEDE SER DISCRIMINADO POR SER QUIEN ES. Desde los derechos humanos diríamos que es reconocer el valor inalienable de cada une por el simple hecho de ser persona y desde el cristianismo decimos que se conmemora el amor que Dios tiene por cada une de sus hijes.


Me gustaría prestar oído y dar razón a los que dicen que este día no es necesario, pero la realidad se impone y no puedo hacerlo. Como católicos estamos llamados a tener el evangelio en el corazón y los 5 sentidos en el mundo actual. Los atropellos que sufre la comunidad LGBTI, por el simple hecho de ser “distintos de lo heterosexual y lo cis género”, se viven día a día. En las noticias, podemos ver personas transexuales violadas, golpeadas, asesinadas; personas gay o lesbianas que sufren vejaciones por parte de personas homofóbicas; incluso la violencia estructural de que el Tribunal Constitucional rechace recursos a favor del matrimonio igualitario, cuando un par de días después un Tribunal de Familia aprueba una doble maternidad.


El día del orgullo LGBTI sigue siendo necesario, porque hay hijes de Dios que sufren día a día y, como católicos, estamos llamados a aprovechar este día -y todos los días- para anunciar al mundo que Dios ama a todes sus hijes sin excepción; sobre todo cuando la Iglesia sigue siendo un espacio de lucha al respecto.


A los católicos no nos gusta la palabra lucha, porque la consideramos fuerte, pero la sabiduría popular nos dice que no podemos tapar el sol con un dedo. Al interior de la Iglesia sigue habiendo una lucha pastoral entre quienes siguen discriminando y excluyendo a les hijes diverses de Dios, y quienes se mantienen fieles al llamado del amor de Dios.


También hay una lucha teológica entre quienes analizan los (pocos) textos bíblicos que condenan la homosexualidad de manera fundamentalista, y quienes haciendo uso de métodos teológicos como los histórico críticos consideran que esos (pocos) textos bíblicos no condenaban la homosexualidad como la entendemos actualmente [no es el espacio para profundizar, pero los invito a leer estos nuevos análisis]. Esto es sólo un reflejo más de una lucha mucho más profunda entre lo progre y lo conservador en la Iglesia, muy bien reflejada en la película “Los dos Papas” de Netflix.


Dolorosamente, entre estas luchas ideológicas se encuentran un millón de hijes de Dios que pierden la esperanza del amor que el Padre les tiene; un millón de hijes de Dios que no quieren a Jesús que sólo les condena (porque así les hacen creer) y que, en sus momentos de mayor desesperación y discriminación, pueden incluso atentar contra su vida (las estadísticas no mienten: Producto de la discriminación, la comunidad LGBTI se suicida más que las personas heterosexuales). Si esto no nos duele, no amamos, y si no amamos, no hemos conocido a Dios, porque Dios es amor (Cf. 1 Jn 4, 8).


Quiero finalizar extendiendo un saludo caluroso y fraterno al movimiento internacional Rainbow Catholics (de creyentes LGBTI) y, acá en Chile, a 3 semillas de esperanza que nos ha regalado la Providencia de Dios: Padis+ Chile (que está en Santiago, Valparaíso y Concepción).


Queridos lectores, si Dios nos ha amado primero, amemos a Dios y amémonos unes a otres, porque Dios es amor.


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