Testimonio de Verónica Lorenzini, CVX Jóvenes Santiago
Junio es un mes que se llena de colores. Es un mes en donde se reconoce la lucha de la comunidad LGBTIQA+, que tanto tiempo ha sido (y sigue siendo) discriminada y excluida por la sociedad. Es el mes en el que las disidencias sexo-genéricas nos hacemos más visibles que en cualquier otro momento del año para recordarle al mundo que existimos, que no somos extrañxs y que merecemos el mismo respeto y aceptación que cualquier otra persona, porque todxs somos iguales en dignidad. Desde pequeña fui creciendo en ambientes bastante heteronormales, en donde se me normalizó que por ser mujer solo podía gustarme los hombres, y fue así como nunca se me pasó por la cabeza que en algún momento de mi vida pudiera relacionarme sexo-afectivamente con alguien de mi mismo género, hasta que me enamoré, una vez adulta, de una mujer.
Sin duda que en ese momento me cuestioné bastante mi identidad y orientación sexual, pero eso nunca fue un impedimento para mí en poder desenvolverme por lo que sentía y por lo que me hiciera vivir en verdadera libertad. Creo ser una afortunada (porque lamentablemente no es igual para todxs) en haber podido “salir del clóset” al poco tiempo de reconocerme, a mí misma, que me sentía atraída por una mujer. Recuerdo que ese momento fue difícil, porque no solo le reconocía a otrxs mi orientación sexual, sino también me daba cuenta y confirmaba la persona que soy y que quizás, sin saberlo, lo fui desde un inicio, pero se mantuvo oculta debido a una norma social. Desde entonces, me siento orgullosa de ser quien soy y me encanta poder demostrarlo todos los días del año. Indudablemente en muchas ocasiones el miedo se aparece, ese miedo que me hace limitar mi libertad de expresión por resguardar mi propia integridad, pero eso no llega a ser suficiente para no permitirme amar de la forma en que lo hago hoy. Es por esto por lo que todos los días debo salir del clóset, en los diversos contextos de la vida, ya que aún falta para que seamos reconocidxs con la misma dignidad que otrxs, en nuestrxs espacios cotidianos y en la sociedad.
Queda mucho por luchar y visibilizar. No hace falta que esperemos un día o mes al año para que las disidencias sexo-génericas no tengamos miedo de expresar quienes somos, para que las grandes empresas apoyen a la comunidad LGBTIQA+, para que la sociedad se haga consciente de lo que día a día sentimos y vivimos en nuestras diversas vidas. Tal como alguna vez señaló mi hermano en una columna de esta misma plataforma “Quienes somos católicos creemos en el amor como motor de la vida, y sabemos que Dios nos ama tal como somos”. Hagámonos parte, como Iglesia católica, de esta constante lucha en la que muchxs católicxs vivimos día a día, incluso dentro de la misma Iglesia. Enorgullezcámonos de cómo Dios nos creó y nos trajo al mundo, y reconozcámonos como hijxs muy amadxs, independiente de nuestra orientación sexual e identidad de género.
Aprovecho de pedirle a Dios por todxs aquellxs de la comunidad LGBTIQA+ que no lo estén pasando bien, aquellxs que se encuentran reprimidos en sus familias, en su lugar de estudio, en su trabajo, entre tantos otros lugares, para que puedan, aunque sea en este mes del orgullo que está por acabar, reconocerse orgullosxs de ser la persona que son y que Dios Madre y Padre le conceda consuelo en su día a día.
Testimonio de Evelyn Álvarez Seguel, PADIS+ Chile
«Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros; como yo les he amado, ámense también entre ustedes. La señal por la que conocerán todos que son discípulos míos será que se amen unos a otros» (Juan 13,34-35). Este mandamiento es fundamental para todo, pero especialmente para poder hablar de disidencias sexuales y fe. Cuando hablamos de disidencias sexuales, me refiero a todo el espectro de orientaciones e identidades sexuales y de género: lesbianas, gays, bisexuales, trans, pansexuales, asexuales, no binarios, intersex, etc. Como mujer pansexual que estudió en un colegio de religiosas tradicionales fue muy difícil conciliar mi orientación sexual y mi fe. Se me hizo creer que Dios era una figura masculina, ambivalente porque amaba con la misma fuerza que castigaba a su creación. Se relegó a María, como a todas las figuras femeninas, a papeles secundarios asociados a la maternidad y al cuidado de otrxs.
Yo siempre he sentido a Dios Padre y Madre presente en mi vida, guiándome y acompañándome en cada etapa de ella. Presentándome a la que hoy es mi esposa y amor de mi vida. El amor que siento y vivo con ella es amor real, profundo y eterno como solo Dios Padre y Madre puede generar. Eso me parece relevante decirlo cada vez que puedo, porque es un amor del que estoy orgullosa y porque estuve más de 6 años silenciándolo. Silencio que venía del miedo, la culpa y el dolor de lo que me habían enseñado conllevaba una relación de pareja no heterosexual. Esto les pasa a muchas personas que van descubriendo su sexualidad, por ellos las tasas de suicidio en niñxs y adolescentes de las disidencias sexuales son tan altas. Es importante hablar de esto, porque el no hacerlo o no cuestionarnos nuestras prácticas prejuiciosas generan dolores en lxs otrxs. Perpetúan abandonos, soledades, desamores. En cambio, abrirse a aprender de otrxs, por ejemplo, desde las disidencias sexuales, permite ejercer el mandamiento más importante de todos: amarnos. Lograr conocer a un otrx que me parece distintx y reconocer su dignidad humana,
sus bellezas, sus dones. Reconocernos como iguales en dignidad nunca ha sido tan importante.
Por otro lado, el hablar de disidencias sexuales y fe, también tiene que ver con amor propio y aceptación de si mismx. Dios padre y Madre nos ha creado con todo su amor infinito, pensándonos a cada unx de nosotrxs en cada uno de nuestrxs detalles. En esos detalles delicados incluyen nuestra orientación sexual y nuestra identidad de género. Dios Madre y Padre nxs crearon con nuestras disidencias sexuales y nos ama tal como somos. Esto es importante decirlo siempre porque las personas de las disidencias sexuales no escogimos ser así, no somos así por error, ni por sexualidades traumáticas, como se nos ha hecho creer tanto tiempo.
Es tiempo de conocer más, de permitirnos ser libres y felices, plenos en nuestras diferencias.
El llamado a seguir a Cristo es para todxs, la actitud entre nosotrxs, hermanxs católicxs, debe ser de amorosa aceptación e inclusión. En nuestras comunidades, en nuestros espacios laborales, en nuestras familias y amistades. En junio conmemoramos el mes del Orgullo, el orgullo de ser diversxs. Lamentablemente aún tenemos que conmemorarlo y no celebrarlo, porque la expectativa de vida de unx hermanx trans es mucho más baja que el resto de la población (en mujeres trans no supera los 37 años), porque aún nos matan por nuestra forma de vestir y por quien amamos (El XIX Informe Anual de Derechos Humanos de la Diversidad Sexual y de Género elaborado por el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) develó que, durante el año pasado, se concentró el 22,9% del total de abusos ocurridos en 19 años). El mandamiento del amor es una buena nueva para abrazar las disidencias sexuales y también para amarnos a nosotrxs mismxs.
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