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  • Foto del escritorTiempo Magis

¿Somos consumidores de la navidad?

¿Qué es una sociedad de consumo? En mi columna del 19 de diciembre publicada por Tiempo Magis exploré algunas posibles respuestas: se trata de una sociedad que funciona como un gran mercado, donde ‘pertenecer’ es sinónimo de consumir, y que propicia una visión de realidad como conjunto de ‘cosas’ disponibles para ser poseídas y explotadas. Junto a estas ideas, proponía también algunas preguntas para ayudarnos a mirar críticamente la influencia de la sociedad de consumo en nuestras vidas.


Por: Jorge Blake, sociólogo.


A un día de la Navidad, propongo en esta columna retomar la pregunta por el consumo y ponerla en el horizonte del nacimiento de Jesús. Para ello, vale la pena comenzar aclarando un punto: no me interesa revisitar el lugar común según el cual la Navidad se ha transformado en un festival de consumismo, derroche, apariencias y compensaciones culposas. Todo esto es bastante cierto. No obstante, sospecho que la profundidad con que la lógica del consumo opera en cada uno de nosotros -muchas veces a nivel inconsciente-, supone trascender ese ‘primer nivel crítico’. Que no se malentienda. Por supuesto que debemos cuestionarnos acerca del protagonismo que adquieren ‘las compras de Navidad’ en nuestra mente y en nuestra agenda. Sin embargo, el peligro es creer que dicho influjo consumista -que nos hace volcarnos compulsivamente al Mall- solo ejerce un efecto sobre nosotros en el ámbito de las compras, quedando circunscrito a él. En este sentido, el desafío es tomar conciencia de cómo dicho efecto opera más allá de los espacios explícitos de consumo. Para quienes nos reconocemos como católica(os), este desafío se traduce en una necesidad trascendental de cara a la celebración de la Navidad: discernir en qué medida asistimos y nos relacionamos con las celebraciones y símbolos religiosos navideños como ‘consumidores de una experiencia religiosa’. He aquí un ‘segundo nivel crítico’, que va mucho más allá de la clásica reflexión sobre la Navidad fundada en el cliché de que “el foco no deben ser las compras”.


En un sentido amplio, el desafío que propongo es discernir cómo en nuestro vínculo con lo religioso adquirimos actitudes o conductas de naturaleza consumista. Aplicado a la Navidad, pienso que la tarea más relevante que comporta este desafío es examinar nuestro modo de acercarnos al nacimiento de Jesús. Sirve para ello el contrapunto entre dos lógicas opuestas: la lógica del consumo y la lógica de la gratuidad. La lógica del consumo se centra en la satisfacción de la propia necesidad, que es definida de antemano por el individuo. La lógica de la gratuidad se centra en la apertura a un don, que no está predefinido. En una sociedad de consumo la primera lógica prima sobre la segunda.


Si nos aproximamos desde el consumo, el nacimiento de Jesús aparece como un ‘momento’ respecto del cual buscamos satisfacer una necesidad que hemos predefinido. El énfasis está puesto en nosotros y la aproximación es de carácter interesado. En contraste, desde la lógica de la gratuidad, la aproximación al Nacimiento se da desde la apertura al don misterioso que trae el Niño Jesús a nuestra vida. Esto no implica negar que vamos al encuentro con el Señor llenas(os) de deseos y necesidades. Sin embargo, en la medida en que estas condiciones previas no predefinen el don, el encuentro es realmente gratuito. La gratuidad se juega justamente en no poner un horizonte funcional o externo a dicho encuentro, a su vez manteniéndonos abiertas(os) a sus posibilidades imprevistas (místicas) y dejándonos transformar por ellas (conversión). Una generalización del punto anterior nos inserta en la pregunta por la mercantilización de la relación creyente-religión o creyente-Dios que formulada en mi columna ‘¿Qué es la sociedad de consumo?’


En esta Navidad, el nacimiento de Jesús es la experiencia religiosa más central respecto de la cual debemos discernir el influjo de la lógica del consumo. ¿Hay algo de ‘consumidor’ en mi aproximación a esta experiencia? ¿Me acerco al Niño Jesús encerrado en la definición de mis propias necesidades y deseos? ¿Poseo la apertura para dejarme tocar por el don impredecible y misterioso de su nacimiento? A un día de la celebración, aún es tiempo de hacernos estas preguntas. A su vez, es preciso también introducir en el discernimiento la pregunta por nuestra relación con el conjunto de elementos religiosos que acompañan la experiencia de la Navidad y la decisión que tomamos respecto de ellos: los pesebres que ponemos en nuestras casas, los criterios desde los que ‘elegimos’ a qué misa ir, etc. ¿En qué medida asistimos y nos relacionamos con las celebraciones y símbolos religiosos navideños como ‘consumidores’? Si no abordamos estas preguntas, corremos el peligro de creer que ‘en lo religioso’, solo por ser religioso, estamos protegidos del influjo consumista, inconsciente de que también en ese ámbito la sociedad de consumo opera sobre nosotros.

Para finalizar, vale la pena volver un momento sobre la lógica de la gratuidad. Como decíamos, esta se centra en la apertura a un don, es decir, a un regalo. El regalo del nacimiento de Jesús es sin lugar a duda el don más gratuito que recibiremos esta Navidad y en cualquier otra en el futuro; es la vida misma, donada a toda la humanidad, de un hombre sencillo -que nació pobre, vivió entre los pobres y murió pobre- que se inserta en medio nuestro por Amor y anuncia a su vez nos revela que ese Amor es el principio y fundamento de nuestra existencia. Vivida desde esta comprensión, la Navidad tiene un sentido revolucionario en el contexto de una sociedad de consumo.

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